Hay dos definiciones de esta palabra – espontáneo – que nos ayudarán a entrar en contexto:
1. Que se produce sin intervención o estimulo exterior.
2. Que se realiza por su propia voluntad, sin estar coaccionado u obligado.
Al leer estas dos definiciones surge la pregunta ¿es posible que la iglesia se expanda sin un estímulo exterior y por voluntad propia? Allen responde << sí, a través de una iglesia nativa>>.
Desde su experiencia como misionero anglicano en China, Roland Allen, propone un modelo de plantación de iglesias con una gran capacidad para multiplicarse, debido a un factor especial: son nativas. Lo cual significa que no requieren de un extranjero para ser administradas ni lideradas. Mucho menos para ser multiplicadas.
Allen nos dice que el objetivo de alcanzar a las 6 provincias que conformaban la Diócesis Anglicana del Norte de China para el año de 1927, solamente podía ser logrado si los primeros convertidos (nativos chinos) entendían que ellos podían hacer las cosas por sí mismos, sin ayuda de un impulso exterior (misioneros extranjeros). Esto significaba que los primeros grupos de convertidos ya estaban dotados de toda autoridad espiritual, para que pudieran multiplicarse por ellos mismos.
La falta de elementos extranjeros en el liderazgo, los miembros, y la tradición de la iglesia nativa le da la libertad de no requerir un “gobernador extranjero”.
Más y más misioneros desde 1927 están adaptando este modelo y levantando Iglesias nativas desde sus inicios, esto evita los intentos fallidos de plantar una iglesia extranjera y pasar por un proceso de devolución que pocas veces tiene éxito.
Para plantar una iglesia nativa es importante poner énfasis en dos factores que ya han sido mencionados: (1) los primeros grupos de convertidos ya deben de estar dotados de toda autoridad espiritual, y (2) pueden multiplicarse por ellos mismos.
Si los primeros grupos de cristianos nativos no están plenamente equipados para multiplicarse sin la ayuda de un obispo extranjero, dependerán de él, y el progreso responderá a las posibilidades de éste para abrir nuevos puestos o para proveer superintendentes misioneros. Este camino lleva a la esterilidad. Si los primeros grupos de cristianos nativos no son iglesias plenamente organizadas que puedan multiplicarse por sí mismas, sino que deben aguardar la llegada de un obispo extranjero, son esclavas.
En el Nuevo Testamento no vemos que el resultado de la expansión del evangelio haya sido un montón de individuos o grupos convertidos que se encontraban aislados entre sí, lo que vemos como resultado es el nacimiento de Iglesia nativas e interdependientes. Donde sea que los apóstoles hayan llevado el evangelio, el resultado fue una iglesia cuyo liderazgo era nativo. No vimos que Pablo o Pedro se quedaran como dirigentes en estas nuevas Iglesias. Ellos compartieron el evangelio con unos cuantos, les discipularon y entrenaron para que fueran capaces de esparcir el evangelio, discipular a otros y levantar Iglesias que repitieran este mismo modelo.
Cuando nos volvemos al Nuevo Testamento, encontramos que San Pablo no exhorta repetidamente a sus iglesias a dar dinero para la propagación de la fe: le interesa mucho más explicarles qué es la fe, y cómo deben practicarla y mantenerla. Lo mismo se puede afirmar de San Pedro y San Juan, y de todos los escritores apostólicos. No parecen sentir necesidad alguna de repetir la gran comisión y de instar a sus convertidos a hacer discípulos en todas las naciones. Lo que leemos en el Nuevo Testamento no es una ansiosa apelación a los cristianos para que difundan el Evangelio sino una nota aquí y allá que sugiere cómo se estaba difundiendo: "las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día" (Hechos 16:5); "en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada" (1ª Tes. 1:8); o como resultado de la persecución: "los que fueron esparcidos por todas partes anunciando el evangelio" (Hechos 8:4).
La causa que produce una rápida expansión es la una nueva fe que se apodera de personas que se sienten capaces y libres para propagarla espontáneamente por su propia iniciativa, con cierto instinto natural.
La expansión espontánea – según Allen - comienza con el esfuerzo del individuo cristiano por ayudar a su prójimo, cuando la experiencia común, las dificultades comunes, el trabajo común han unido primero a los dos.
Para mí esto se traduce como un evangelismo relacional, el cual es espontáneo y no necesita estar agendado y planeado, se vuelve algo del día a día. El resultado de compartir el evangelio de esta manera casi innata es el tipo de expansión de la que Allen habla en su libro, es también, el tipo de expansión y propagación del evangelio que vimos en el Nuevo Testamento.
La actividad espontánea es un movimiento del Espíritu en el individuo y en la Iglesia. Quien es lleno del Espíritu siente el ímpetu de compartirlo, es el mismo Espíritu de Dios, quien habita en el creyente, el que provoca el deseo de que otros sean salvos, y nosotros no podemos controlar al Espíritu.
Si los nuevos convertidos reciben la impresión de que el instinto natural de impartir su nuevo gozo y el deseo divino de la salvación de otros, sólo deben ser expresados bajo dirección, se encuentran atados. La expansión espontánea comienza con la expresión individual, continúa con la expresión corporativa, y si ésta es frenada, no es posible que haya expansión.
La negación de un episcopado nativo, la negación del gobierno propio, parecen en el momento una gran seguridad para el orden; pero reprimen el instinto deauto-propagación y dañan la plenitud de la vida. Porque entonces el instinto debe ser sofocado, lo cual constituye una penosa pérdida para todo el cuerpo.
Los extranjeros nunca podrán dirigir con éxito la propagación de ninguna fe en todo un país. Ninguna sabia política misionera puede basarse sobre la multiplicación de misioneros y puestos misioneros foráneos. Ya que nunca habrá misioneros suficientes para propagar la fe en toda una nación, a menos que estos misioneros sean nativos.
Muchos han comprendido esto y lo han llevado a la práctica. Los misioneros deben tener como finalidad colocar los cimientos para que la India sea evangelizada por los indios, la China por los chinos, África por los africanos, cada país por sus propios cristianos. Esto ciertamente debe significar que las misiones debieran preparar el camino para la expansión.
El Obispo Tucker, de Iglesia Anglicana en Uganda, una iglesia que ha crecido por millones, siguiendo a Venn, resumió el objeto de las misiones como: fundar "iglesias de propagación propia, sostén propio y gobierno propio."
Si las iglesias fundadas han de extenderse por sí solas, deben necesariamente poseer el poder para crear otras semejantes a ellas, y a no ser que tengan sostén propio y gobierno propio no podrán propagarse por sí mismas. Pero para poder lograr que una Iglesia dé nacimiento a nuevas iglesias que tengan sostén, gobierno y propagación propia, se requiere que la Iglesia sea fundada en primera instancia se así.
En el Nuevo Testamento encontramos esa clase de iglesias: la iglesia de Antioquia, la iglesia de Tesalónica, la iglesia de Corinto, las iglesias de Galicia, las iglesias de Asia, las iglesias de Judea. Estas "iglesias" eran grupos locales de cristianos completamente equipados con ministros y sacramentos. Iglesias de sostén, gobierno y propagación propia.
En todas partes, en las que se ha despojado a los nuevos convertidos de esa libertad para dirigir su propia vida religiosa, se produce la impresión de que, por alguna razón, su vida religiosa debe ser dirigida por el misionero foráneo y sus agentes pagos. Pero si los hombres creen que la organización religiosa cristiana no puede ser dirigida por ellos mismos, ¿cómo pueden continuar propagando la religión? Su propia experiencia les muestra que el celo espontáneo de personas no preparados por losextranjeros es inadecuado; que alguna persona preparado a medias, pagado, puede hacer lo que el celo espontáneo no puede.
El celo espontáneo lleva a los cristianos a enseñar a otros, a veces en secreto, arriesgando sus vidas y propiedades; y deben ser capaces no sólo de convertir, sino también de organizar a sus convertidos. Deben estar seguros de que para el establecimiento de la iglesia no son necesarios misioneros ni agentes pagos de sociedades misioneras. Deben saber a dónde acudir en busca de las sagradas órdenes, y deben estar seguros de que éstas les serán conferidas. La iglesia debe engendrar a la iglesia.
¿Qué impide este crecimiento espontáneo? La iglesia se ha encontrado temerosa ante la pérdida de la doctrina. Se desea que la doctrina se mantenga en todo momento y sobre toda circunstancia. Nos preocupamos de que los nativos no sean capaces de hacer que esta prevalezca. Nos hemos convencido a nosotros mismos que sin el misionero extranjero la misión no será exitosa. Y se ha enseñado a los convertidos a depender del misionero extranjero, obstaculizando así su capacidad y libertad para pensar por ellos mismos y asimilar la enseñanza.
Cuando la Iglesia cristiana empezó a extenderse por el Imperio Romano, mantuvo naturalmente una norma de doctrina, y esa norma no fue puesta en peligro por la actividad espontánea de una multitud de cristianos que, por cierto, no eran teólogos preparados. Esos misioneros anónimos enseñaban la doctrina que habían aprendido, y esa enseñanza era tan adecuada que los obispos de la Iglesia no vacilaban en consagrar a nuevos convertidos como obispos para las nuevas iglesias.
Tan grande es el miedo a la perdida de la doctrina como lo es el miedo a la perdida de la moral cristiana. Las grandes demandas y reglas que los cristianos tuvieron en la época de Allen, no son más ni menos que las que se tienen ahora. Y la problemática entre los conceptos de moral cristiana entre los cristianos es algo que aún prevalece y tal como lo dijo Allen, yo creo que la moral está sujeta a la época y al lugar.
Considero que la cultura que muchas veces podemos tachar de inmoral puede brindarnos una entrada triunfal para compartir el evangelio, utilizando aspectos de la propia cultura que más adelante puedan ser redimidos. Pero en vez de eso los condenamos a primera instancia y desaprovechamos la gran oportunidad que tuvimos para utilizarlos.
Allen dice, que para 1927 muchos misioneros proclamaban en alta voz que no querían ver desnacionalizarse a sus convertidos, que no querían verlos abandonar sus costumbres nativas. Se enorgullecían de que sus convertidos usaran el atuendo nativo y vivieran la vida nativa, y trataran de restaurar los juegos, las danzas y la música nativos. Trataron de volver a restaurar muchas cosas que los misioneros antiguos destruyeron al intentaron convertir a los convertidos no solo al cristianismo sino también en pequeñas imitaciones de ellos mismos (europeos).
En ninguna parte del Nuevo Testamento encontraremos un manual de moralidad, sin embargo si encontramos un mandamiento que cambia e influye en gran manera sobre nuestro carácter y conducta: Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas; y a tu prójimo como a ti mismo.
Cristo no vino a los hombres con un nuevo libro de la ley en su mano asegurándoles que, cuando lo aceptaran y adoptaran y cumplieran la ley en él contenida, El los aceptaría y bendeciría. Él vino a los hombres no paradirigir su conducta mediante leyes externas, sino para inspirarlos y elevarlos por la presencia y el poder de Su Espíritu que les comunica. No empezó diciéndoles en detalle en qué consiste la vida verdaderamente moral y ordenándoles seguirla. Empezó mostrándoselas en su propia Persona y dando a los hombres un Espíritu que los guiaría y alumbraría hasta que llegaran a ser como El.
La fe en Cristo produce una moralidad superior a toda ley de moralidad externa. Pero la fe no será producida en aquellos que no lleguen a conocerle.
Debemos comenzar con enseñanzas positivas, no con prohibiciones negativas, y contentarnos con aguardar a que los cristianos nativos re-creen lentamente sus costumbres, según el Espíritu de Cristo gradualmente les vaya enseñando a transformar lo que hoy es pagano, para que mañana, al ser purificado se muestre como una costumbre cristiana.
Otra factor que debemos observar de en la Iglesia primitiva es que no había una organización para las misiones; bastaba con la organización de la Iglesia en sí. Esta era sencilla y completa. En ella había mucho lugar para la expresión de la espontánea actividad individual de cada uno de sus miembros; porque cada miembro era un misionero en potencia; y la Iglesia, como cuerpo organizado, esperaba esa actividad y sabía cómo proceder cuando sus miembros cumplían con su deber. Con la actividad de sus miembros, creció simplemente mediante la multiplicación de sus obispos.
La figura de una organización misionera, como la conocemos hoy en día, es un agregado que surgió como consecuencia de que los miembros de la iglesia olvidaron su carácter misionero. Pero el espíritu misionero no había muerto y exigía ser expresado. Tomó la forma de complicadas organizaciones; creó una nueva organización dentro de la Iglesia.
Si comparamos nuestra obra misionera moderna con la labor misionera de la Iglesia primitiva, notamos esta diferencia: para nosotros las misiones son el trabajo especial de una organización especial; en la Iglesia primitiva las misiones no eran un trabajo especial, ni había una organización especial.
Allen dice que lo que hoy vemos (recordemos que esto fue dicho en 1927) es el celo espontáneo de los cristianos intentando repetir, hasta donde pueden, la historia de la iglesia primitiva. La única razón por la cual esa actividad espontánea de los convertidos no ha dado por resultado la fundación de iglesias, es que nuestros obispos los han tratado en forma muy distinta de aquella en que los obispos de los primeros siglos trataban a los que hacían precisamente la misma obra. Ellos los preparaban y les daban libertad; nosotros nos hemos negado a prepararlos y los hemos sometido a la organización extranjera de nuestra misión.
Los pequeños grupos de convertidos deberían de estar siendo dotado plenamente de poder y autoridad espiritual; y tal como en la iglesia primitiva, el obispo, debe confiarles el Credo, el Evangelio, los Sacramentos y el Ministerio. Lo que significa que el obispo debe asegurarse de que han aprendido la forma y el significado. Una vez hecho esto, el misionero y el obispo debieran dejar que la nueva iglesia descubra por sí misma lo que significa en la práctica diaria ser una iglesia, que descubra que puede hacer las cosas por sí misma. Esto no significa descuidarla.
Debemos aprender la diferencia entre dejar que los cristianos aprendan lo que sólo pueden aprender por sí mismos, y abandonarlos. Dejar a las iglesias recién nacidas que aprendan por experiencia es apostólica; lo que no es apostólico es abandonarlas; vigilarlas es apostólico; lo que no es apostólico es estar siempre amamantándolas; guiar su educación es apostólico; lo que no es apostólico es dársela hecha. El misionero y el obispo deben vigilar su educación.
Lo que hace falta es fe. La clase de fe que, uniendo a un hombre con Cristo, lo inflama. Un hombre así inspirado puede creer que otros también, al hallar a Cristo, serán inflamados, puede ver que no hace falta dinero para llenar un continente de Cristo, un hombre así, puede ver que todo lo que hace falta pira consolidar y establecer esa expansión es la simple aplicación de la sencilla organización de la Iglesia primitiva-nativa.
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Ana Paola Sánchez es mexicana y forma parte de la Iglesia del Gran Pastor (anglicana) en Fresnillo Zacatecas, México. Actualmente vive en Panamá y trabaja como misionera con el movimiento Juventud Con Una Misión, mejor conocido como JUCUM o YWAM.