El primer semestre del año 1999, cuando tenía 22 años, volví a Chile luego de estar 6 meses en Inglaterra en un intercambio estudiantil en la Universidad de Birmingham. En el grupo cristiano universitario viví en carne propia lo que es la iglesia en oración, y lo que pasa cuando gente de distintas denominaciones se unen con el propósito de levantar a Cristo.
Recuerdo vívidamente como después de cada reunión llegaba a mi casa y veía el techo como 2 horas diciendo “¿¿¿Qué es esto!!!???”. Dios vivo se hacía presente y nos hacía pedazos con su presencia.
Al volver a Chile en Agosto del año 1999, busqué inmediatamente maneras de impulsar el grupo de jóvenes donde participaba para tener instancias con otras iglesias. En ese proceso descubrí que había un campamento que se llamaba “Aunque Llueva”, que congregaba a varias iglesias, similar a lo que en UK era el “Soul Survivor”.
Me metí al grupo organizador que haría el campamento en Diciembre del mismo año. Quisimos arrendar en exclusiva un lugar para realizar el campamento, calculamos mal el número de personas que iría y finalmente quedamos con una cuantiosa deuda…. todo a mi nombre porque yo había firmado el cheque para arrendar el lugar.
En un espíritu de hermandad, con los líderes de las distintas iglesias participantes, empezamos a organizar distintos eventos para levantar fondos; bingo, tallarinatas, noches de alabanzas, etc. Todo salía “bien”, pero claramente no fluía, y la deuda estaba lejos de poder pagarse. En ese momento alguien dijo “¿Qué pasaría si oramos?”. Bueno, no había nada más que hacer, así que a mediados del año 2000 empezamos a reunirnos todos los miércoles de 6:30 a 7:30 am, ya que en una era donde la iglesia está llena de actividades, era la única hora donde todos podían.
Empezamos a orar y a leer la Biblia en esas reuniones, y en una simpleza de “Teología de Escuela Dominical”, empezaron a salir versículos que nos hablaban; Nehemías 4:19-20, Juan 12:32, Juan 17:23, Salmo 46:10. Eran miércoles que no nos perdíamos por nada en el mundo, experimentábamos de manera apacible la presencia del Espíritu Santo.
Perseveramos por dos años sin hacer ninguna actividad hasta que sentimos que debíamos ampliar ese grupo e ir más a la acción. Habíamos invitado a muchos a unirnos, sin mucho éxito, pero se nos metió en la cabeza que debíamos juntar a 100 personas orando. A fines del año 2002 hicimos nuestra primera reunión inter iglesias cristianas de oración arriba de un cerro mirando la ciudad, llegaron 220 personas. Era claro que teníamos que seguir en esta línea. Seguimos nuestra reunión semanal de oración y repetimos la reunión ampliada a finales del año 2003. La idea era hacer la reunión en Marzo y Noviembre de cada año.
Claramente no éramos los únicos con esta visión, Dios había repartido Su visión en muchas personas, pastores, laicos, ministerios, etc. Lo único que contribuía esta reunión era tener una instancia dónde levantábamos juntos, independiente del “apellido cristiano” el nombre de Jesús. Y nada más.
Pero Dios tenía más cosas planeadas. Cuando estábamos montando el escenario para a reunión de oración de fines del 2003, con mi gran amigo y hermano Cristóbal Cerón, nos gozamos en la gloria que habíamos visto en las “Misiones de Oriente Urbano” hechas por la iglesia donde el participaba. Naturalmente salió la pregunta “¿Y qué pasa si juntamos a las mismas iglesias que vienen a orar en misión?”
En Julio del año 2004, 12 comunidades cristianas salieron juntas a misionar en las calles de Santiago Oriente y escuchamos al León rugir como nunca antes lo habíamos escuchado. Recuerdo una vez que los 60 jóvenes más “viejos”[1] fuimos a un centro de vida nocturna …“Y vimos Su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo Único, abundante en amor y verdad.” (Juan 1:14b). Prostitutas dando testimonio que habían recibido llamados ese día para reunirse con alguien en una esquina a las 11:30 pm, y a esa hora y en ese lugar se encontraban con una misionera que le hablaba del gran Dios que tenemos. Dueños de pubs desesperados buscando guitarristas para esa noche y se topaba con nuestro líder de alabanza. Recuerdo como me tocó orar con un guardia de discoteque que oró recibiendo a Jesús, pero con los ojos abiertos para que nadie se colara! Otros, después de orar se volvieron a sus casas, diciendo “se me quitaron las ganas de seguir la borrachera”. El día siguiente esto fue reportaje del diario y televisión.
Las misiones, por gracia y obra de Dios, y por la perseverancia y entrega de sus líderes se ha expandido a casi todo Chile, pero el movimiento masivo de oración ha disminuido aunque seguimos con nuestras reuniones semanales.
Creo que Dios quiere más a su Iglesia de rodillas, clamando, amando su presencia, preguntando cuál es su plan, más que pidiendo que Dios bendiga nuestros planes. Necesitamos aprender a gozarnos en él, y en nada más que él. Esto lo creo porque he tenido la bendición de vivir lo que pasa cuando nos reunimos en oración y porque he presenciado y participado del mover de oración que hay detrás de cursos como Alpha, de la iglesia Holy Trinity Brompton y de movimientos como 24 x 7 (Peter Craig).
Creo que la antesala de todo avivamiento es un mover de oración, y oro para que tengamos la convicción necesaria para hacerlo en Chile y a lo largo de las Américas también. ¡Ayúdanos Jesús!
[1] (todos teníamos menos de 25 años excepto el gran Ottito, que sin esas canas hubiera quedado la escoba!)
Tomás Recart es el director ejecutivo de Enseña Chile y miembro de la Iglesia Anglicana de Chile